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Argentina está a siete meses de elegir presidente y un personaje de discurso antisistema crece poco a poco en las encuestas. El discurso incendiario del diputado Javier Milei, que llama a acabar con “la casta política”, defiende la portación de armas sin restricciones y propone la libre venta de órganos, cala en una generación de jóvenes de clase media que perdió la fe en el futuro. Milei ya formalizó su intención de ser candidato a presidente en las elecciones de octubre próximo. La política tradicional, que se reía de sus excesos verbales, comenzó a mirarlo con desconfianza y hasta con miedo: los sondeos dan a Milei un 17% de los votos en las generales, muy cerca del gobernante Frente de Todos (25%) y del opositor Juntos por el Cambio (27%).

Milei logró quebrar la estructura de las dos grandes coaliciones que dominan la política argentina desde el inicio del siglo; una peronista, otra liberal de centro derecha. Durante las últimas semanas, concentró sus fuerzas en un armado nacional que le de fortaleza en el interior del país. Hasta ahora, su popularidad se concentraba en la ciudad de Buenos Aires, que lo eligió diputado en 2021, pero no le costó sumar apoyos entre políticos locales que se sienten expulsados del sistema.

Milei es hijo de la crisis económica que avanza como una mancha de aceite en Argentina, como en el pasado lo fue Jair Bolsonaro de la de Brasil. El argentino no oculta su admiración por el brasileño ni por Donald Trump, al que considera víctima de un gran fraude en las elecciones que perdió contra Joe Biden en 2020. Así como llama a matar “a los zurdos de mierda”, defiende el consumo de drogas duras porque “cada uno es libre de morir como quiera”.

El surgimiento de una figura disruptiva tensa las estructuras tradicionales de la política argentina. Para el peronismo, es la evidencia de que perdió parte de su capacidad de neutralizar lobos solitarios emergentes. Para la oposición de derecha, supone enfrentarse un candidato que le habla a buena parte de su electorado y la obliga a radicalizarse.

Extraído del periódico El País.

Por Redacción

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