¡Buenos días!
Esta semana los argentinos de a pie se enteraron por los medios de que el presidente, Javier Milei, ordenó espiarlos si, considera, “manipulan a la opinión pública” o lanzan críticas contra “las políticas económicas” de su gestión.
El listado de posibles víctimas de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) incluye también a las personas que difundan “desinformación”, es decir fake news, en periodo de elecciones y “grupos sociales vulnerables” que puedan aprovecharse de la “creciente polarización política para expandir su influencia” en entre los votantes.
Los detalles figuran en el Plan de Inteligencia Nacional (PIN), que cada año fija los lineamientos de trabajo de la SIDE. Por primera vez desde el regreso a la democracia en 1983, un Gobierno deja por escrito la posibilidad de hacer espionaje interno, una práctica que está prohibida por ley.
Para que quede claro que la cosa va en serio, la primera víctima del cambio de época fue el periodista que publicó la noticia en el diario La Nación, Hugo Alconada Mon, quien sufrió y aún sufre amenazas e intentos de hackeo contra su teléfono móvil y sus redes sociales.
El mismo lo cuenta en una columna para EL PAÍS: “La ofensiva tiene un efecto aleccionador sobre otros periodistas que se preguntan qué podría ocurrir con ellos en circunstancias similares”.
El Gobierno ultraderechista respondió a la difusión del PIN con un largo comunicado en el que se jactó de ser “el primero en décadas que ha tomado la decisión política de no utilizar la SIDE para perseguir opositores, periodistas y adversarios políticos”.
Milei reprodujo el texto en sus redes sociales y acusó a los periodistas de ser “los mayores creadores de noticias falsas en la historia de la humanidad”.
La SIDE es una de las pocas áreas del Estado argentino que se han salvado de la “motosierra” con que Milei recorta gastos por doquier.
Si la secretaría de Derechos Humanos, por poner un ejemplo, se convirtió esta misma semana en subsecretaría y perdió al 30% de su personal, el presupuesto de la agencia de espionaje creció desde enero un 68%. Los gastos reservados de los espías, aquellos que no deben rendir cuentas, subieron un 254% en el mismo período.
Fuente: El País.