El compartir sus aspiraciones en la vida, sus visiones sobre el rumbo que llevaba el país y sus ideales patriótiócos, selló la atracción física que ambos sintieron al conocerse en el verano de 1953, y que dos años después se convirtiera en un matrimonio revolucionario.

Él era un joven de Monte Cristi y ella una muchacha acomodada de Salcedo. Los dos habían hecho un Bachillerato en Filosofía y Letras; él en la Capital y ella en La Vega, y cursaban la carrera de Derecho en la Universidad de Santo Domingo.

Ambos estaban de vacaciones en La Poza, un centro recreativo de Jarabacoa al que acudían las familias de buena posición económica, y la hermana de Manolo, Ángela Tavárez, reaccionó sorprendida por las tantas cosas que Manolo y Minerva tenían para decirse, acabándose de conocer.

Manolo Tavàrez.

Manuel Aurelio (Manolo) Tavárez Justo creció con el liderazgo del niño brillante en la escuela y estudiante universitario admirado por sus profesores y compañeros de estudios por la excelente interpretación que hacía de los textos jurídicos.

Desarrolló sensibilidad social y política en el seno de su familia, debido a la identificación de sus padres, Manuel Tavárez y Josefa Justo Rosseau, con las luchas nacionalistas y el repudio a la primera invasión norteamericana de 1916. Para 1922, ya era miembro de la organización “La Logia Azul”, que enseñaba a los jóvenes a amar la libertad.

Minerva Mirabal.

María Argentina Minerva Mirabal Reyes, una niña privilegiada que podía comprar todos los libros que quisiera y aprender de todo un poco, también se destacó en su edad escolar, y siendo estudiante de Derecho mostró los más fervientes deseos por defender a quienes fueran atropellados en sus derechos.

Su fervor por las luchas democráticas también lo adquirió en su hogar, a raíz de la indignación que sentía su padre, Enrique Mirabal Fernández, por la tanta gente que mataron los americanos durante la invasión de 1916 y ante el comportamiento dictatorial del gobierno de Rafael Leonidas Trujillo, así como por los constantes relatos que le hacía su tío José sobre los abusos que cometía el dictador contra la población.

Pero lo que más repugnancia le causó a Minerva y la hizo no temer a Trujillo y, por el contrario, hablar abiertamente de sus atropellos en grupos de amistades y familiares, fue ver que su compañera de habitación en el internado del colegio Concepción de La Vega, no podía dormir por el recuerdo de haber visto a su padre desangrarse y morir por ser enemigo de Trujillo.

Lo peor aún fue que esa niña estaba en ese colegio becada por el tirano, quien acostumbraba a enmendar la muerte de algunos valientes hombres, asegurando el futuro educativo de los hijos que habían quedado huérfanos.

La hermana de Manolo Tavárez Justo, Emma Tavárez Justo, tuvo una activa participación en las concentraciones populares que defendían el honor de su hermano.

Para el año 1946, la joven “rebelde” quiso participar en un mitin de oposición en la ciudad de La Vega, en el que estaban Chito Henríquez, los hermanos Félix Servio y Juan Doucudray; y para 1947 estuvo averiguando cómo hacer contactos con los expedicionarios de Cayo Confites.

Minerva no pudo defender los derechos de su pueblo desde una bancada de abogados, ni amparar con el peso de la ley a quienes sufrieran humillaciones y maltratos en evidente violación a la vida, porque ella misma fue víctima del opresor, viéndose impedida de ejercer su carrera al graduarse en 1957.

Aunque Manolo sí ejerció la carrera, fue con sus vidas que ambos asumieron el verdadero rol de defensores de la gente, concienciando a sus seguidores de que debían mantenerse unidos y valientes para derribar a quien ofendiera la dignidad humana y limitara el desarrollo político, económico y social.

Los dos murieron en el de batalla, con la frente en alto porque nunca flaquearon ante sus ideales, por fuerte que fuera el dolor de la carne, el hambre, la sed y la indignación, y dejando el más apreciado legado que se le puede dejar a las futuras generaciones: el respeto a la vida.

Fueron osadas sus propias intenciones de derrocar un régimen desde afuera, sin conocer sus debilidades, como lo sabían sus séquitos y personas allegadas que ofendidas con el maltrato a la población y a sus propias familias, se armaron de valor para detener de una vez por todas la sangre derramada.

Manolo y Minerva dieron sus vidas, pero crearon la plataforma que más tarde acabaría con una dictadura de 31 años, y hoy son ejemplo de sacrificio y merecedores del respeto más puro, de parte de sus compañeros de ideales que sobrevivieron a la furia del tirano, así como por la sociedad en su conjunto.

Actitud patriótica


Tanto Minerva Mirabal como Manolo Tavárez eran bien parecidos. Ella, alta, esbelta, con el estilo de la mujer europea de fina clase social y él con un porte de caballero y una amabilidad incomparable con las damas, hacían la pareja perfecta.

La descripción que hace Dedé Mirabal de su hermana Minerva en su libro “Vivas en su jardín”, es la siguiente: “Minerva era muy versátil.

Hablaba siempre de libros, de política, de pintura, de su pasión por los jardines y los animales. Una mujer muy linda y atractiva: alta, de talle fino, bien formada, de piernas gordas y manos largas y delgadas. Con su andar cadencioso y aquella mirada profunda e inteligente jamás pasaba desapercibida. Era, yo diría, una preciosa nativa, con su pelo y sus ojos tan negros y tan bellos.

Pero ¡qué carácter tan bravo tenía esa muchacha! Cuando hacíamos travesuras mamá nos arrodillaba delante del Corazón de Jesús y nos azotaba con una correíta.

Desde que yo veía la correa me ponía a llorar. Sin embar- go, a Minerva le daban cuatro correazos y no gritaba.

Ese era su temperamento”.

Sin embargo, para ninguno de los dos la belleza física era determinante en su unión, sino las afinidades políticas.

La Mirabal se negaba a aceptar el retorno de un hombre del que se sentía ofendida en sus sentimientos amorosos, pero como con el “rebelde” no tenía ningún problema y los planes conspirativos no podían detenerse por conflictos de pareja, lo aceptaba sin ningún reparo.

Amigos cercanos a la pareja dan fe y testimonio de que su relación era armoniosa, pero principalmente cuando se trataba de defender la Patria y de ponerse de acuerdo con los mecanismos de lucha contra Trujillo.

Él admiraba su temple de mujer, lo que le representaba una columna de apoyo para los propósitos patrióticos que tenía. Y compartía con ella, en la cama, sus lecturas, los poemas que escribía y sus análisis sociopolíticos.

Las afinidades


Los recuerdos que conserva Dedé Mirabal de su hermana Minerva dan cuenta de que a ella le encantaba recitar los poemas de Pablo Neruda, José Asunción Silva, Gusta vo Adolfo Bécquer, Fabio Fiallo y Amado Nervo.

También comenta que le gustaba bailar, lo que no quiere recordar porque fue precisamente en un baile de una fiesta con Trujillo, e1 12 de octubre de 1949, al que fue invitada la familia, que Minerva se atrevió a enfadarlo pidiéndole que liberara de la cárcel a su amigo Pericles Franco, tildado de comunista.

Ella se las ingeniaba para conseguir los mejores libros y se hacía amiga de los jóvenes que, igual que ella, tenían pasión por la lectura.

Fue así como conoció a Pericles Franco, quien le enviaba libros a la dirección de la modista de ella en Salcedo, doña Pepé Bodden.

Parte de los libros que leía Minerva Mirabal se conservan en el museo construido en su honor. Minerva se había convertido en asidua visitante de la librería que tenía en San Francisco de Macorís el antitrujillista Alfonso Moreno Martínez, donde compraba cantidades de libros. Violeta Martínez también le facilitaba libros.

Los dos líderes


Cuando se hicieron novios, ambos tenían ya ideales patrióticos y democráticos bien definidos. Él había pertenecido a la Juventud Democrática, pero no había manifestado públicamente su repudio al gobierno como lo hizo Minerva desde 1947 en todas las conversaciones que sostenía con familiares y amigos.

No obstante, la actitud de Manolo era igualmente definida frente a la tiranía. En una ocasión en que el exsenador de la República, Manuel de Jesús Estrada Medina, le quiso pagar dos cheques por un trabajo que había realizado como juez de paz o fiscalizador; Manolo los rompió, los lanzó al agua y le dijo: Gallo, no los quiero.

Están ensangrentados” (Testimonio de Dedé).

“Minerva insistía en que Manolo se hiciera notario. Él lo barajaba, sin reconocerle la razón: no tenía la edad requerida. Le ocultaba a Minerva su edad porque él era menor que ella. Cuando Minerva se enteró de esa diferencia se plantó: No me voy a casar, dijo, y terminó los amores. Pero como estaba tan enamorada se dejó convencer y finalmente se casaron el 20 de noviembre de 1955.

Minerva había cumplido los 29 años, que para la época era considerada casi “jamona”. Su matrimonio duró exactamente cinco años y cinco días, hasta que los separó la muerte. La ceremonia fue sencilla y en medio de un aguacero. A Minerva no le interesaban las fiestas, organizó todo a la carrera”.

Minerva Mirabal nació el 12 de marzo de 1926 y Manolo Tavárez el 2 de enero de 1931.

Texto: Wendy Santana para el Listín Diario

Por Redacción

sσmσs єspєcíαlístαs єn cσmunícαcíσ́n sσcíαl, єnfσcαdσs єn lα nαrrαcíσ́n dє hístσríαs єn sєntídσ gєnєrαl cσn un fín єducαtívσ є ínfσrmαtívσ.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *