El trabucazo de Mella marcó el inicio de la idependencia.
Luego de que Santo Domingo permaneciera 22 largos años bajo el dominio de Haití, a consecuencia de la ocupación haitiana, ocurrida en el 1822, un grupo de jóvenes liderados por Juan Pablo Duarte, vestidos de valor, nerviosismo y preocupación, levantaron sus armas para proclamar que Santo Domingo sería libre de toda dominación extranjera.
El 27 de febrero de 1844 es la fecha que marca el inicio de una nueva etapa histórica para la isla Española, al declararse la independencia nacional. Esa noche parte de la población de la ciudad intramuros se sobresaltó cuando el silencio fue interrumpido por el trabucazo disparado por el prócer Matías Ramón Mella, en la Puerta de la Misericordia, ante las pocas personas que asistieron al acto.
Con la descarga y el izamiento de la Bandera Nacional, realizado por Francisco del Rosario Sánchez en la Puerta del Conde, se cerraba con éxito una fase del riesgoso y prolongado trabajo conspirativo efectuado por un decidido sector de la juventud.
Aunque Duarte fue el fundador del movimiento libertador, no estuvo presente en la proclamación de la independencia debido a que estaba en el exilio para proteger su vida. Sin embargo, el héroe Francisco del Rosario Sánchez, que había asumido la dirección de la causa separatista en su ausencia exclamó: “Dios, patria y libertad”, y los presentes gritaron ¡Viva Juan Pablo Duarte!
Los comprometidos con la liberación de la patria se reunieron en la Puerta de la Misericordia, en torno a Mella. Y aunque daba la impresión de que el plan podría fracasar el héroe disparó su trabuco y gritó: “¡La suerte está echada! No podemos retroceder”. La valerosa acción del dominicano infló los ánimos y los patriotas se trasladaron a la Puerta del Conde, junto con otros grupos, dirigidos por Sánchez, Tomás Bobadilla, Manuel Jimenes, Remigio del Castillo, José Joaquín Puello y Eduardo Abreu. En el baluarte, Sánchez proclamó: “¡Separación, Dios, patria y libertad, República Dominicana!”.
Salida de los haitianos
Según relata el historiador Pedro Troncoso Sánchez en Episodios duartianos, el 28 de febrero el comandante haitiano Etienne Desgrotte envió cerca de los alzados una comisión de oficiales para tomar conocimiento directo y preciso de la finalidad del alzamiento. La contestación de los patriotas, enviada por escrito decía que el pueblo dominicano había tomado la firme decisión de ser libre e independiente, sin que ninguna amenaza sea capaz de retractar su voluntad.
Ese mismo día se acordó la capitulación de los haitianos, con la mediación del cónsul de Francia en Santo Domingo, Eustache Juchereau de Saint-Denys. Luego, la plaza fue entregada sin resistencia al día siguiente, 29 de febrero, por el general Desgrotte.
Paz efímera
Pese a la salida “pacífica” de los haitianos, los pobladores de la franja este no tuvieron una paz duradera. Días después de la liberación, el 19 de marzo de 1844, hubo que enfrentar en Azua el intento de los extranjeros de ocupar de nuevo la parte oriental.
Al día siguiente el ejército dominicano venció a las huestes haitianas, dirigidas por el presidente Charles Rivière-Hérard, durante la primera gran batalla.