Gesta del 19 de junio de 1949, para derrocar a Trujillo
Se inicia la invasión contra el régimen de Trujillo conocida como «La Gesta de Luperón»: Un grupo de expedicionarios y combatientes formado por dominicanos y extranjeros, procedentes de Guatemala, inician la primera invasión contra el régimen militar de Trujillo que llega a la isla (dos años antes se había organizado la llamada «Invasión de Cayo Confites», la cual fracasó antes de salir de Cuba).
La sorpresiva invasión se inicia con el aterrizaje del hidroavión Catalina, proveniente del Lago Isabel en Guatemala, en la bahía de La Gracia, puerto de Luperón. Los expedicionarios fueron interceptados inmediatamente por un buque patrullero que les disparó, provocando que el avión se incendiara. Asimismo, los integrantes del avión, doce en total, fueron enfrentados por moradores del lugar, que fueron dirigidos por el soldado Leopoldo Puente Rodríguez que coincidencialmente se encontraba en el lugar.
Entre los invasores se encontraban Julio Ornes Coiscou, Tulio Arvelo, Hugo Kunhard, Manuel Feliú Arzeno y Gugú Henríquez, entre otros. Otros dos grupos, encabezados por Juan Rodríguez García, jefe de la expedición, y Miguel Ángel Ramírez Alcántara, estaban supuestos a ingresar por el Cibao y San Juan de la Maguana, respectivamente, pero fueron detenidos desde México.
Precedentes:
Por una nueva vez, el general Juancito Rodríguez -con su dinero, liderazgo y tenacidad- figuraba como el jefe supremo de la revolución, secundado en el plano militar por el Gral. Miguel Ángel Ramírez Alcántara, Horacio Julio Ornés Coiscou y el Dr. Eufemio Fernández (Jefe de la Policía jefe de la policía secreta de Cuba bajo la presidencia de Prío Socarrás y uno de los comandantes de la expedición de Cayo Confites-). Estos hombres dirigirían en junio de 1949, con el general Juancito Rodríguez a la cabeza, la nueva intentona para derrocar a Trujillo.
Tanto Ramírez Alcántara, Ornes, y Eufemio Fernández, al igual que los expedicionarios de Luperón Tulio H. Arvelo, Miguel A. Feliú Arzeno, Federico «Gugú» Henríquez y José Rolando Martínez Bonilla, estuvieron previamente en el Cayo, siendo así esta empresa una continuidad reducida de la anterior, que había congregado a unos 1,200 hombres.
El enfoque estratégico descansó en la movilización aerotransportada de una fuerza élite de veteranos, junto a una gran cantidad de armas que serían aprovechadas por hombres preseleccionados del denominado Frente Interno, a los cuales se les sumarían otros voluntarios.
En esta oportunidad Juancito Rodríguez se había hecho asesorar por un grupo de republicanos veteranos de la Guerra Civil española y de la resistencia francesa contra los nazis, entre los cuales estaba el legendario teniente coronel Alberto Bayo, quien luego entrenaría a Fidel Castro y al Che Guevara en México para la expedición del Granma. Bayo publicó luego una obra en la que la emprende contra la forma en que fue organizada esta operación.
La incursión armada de los enemigos externos al régimen trujillista procedente de Guatemala, contó con la complicidad de Costa Rica y Cuba, así como de facilidades provistas por autoridades de México. Por su ascendencia en la política de Centroamérica, Rodríguez se granjeó el respaldo pleno del gobierno de Juan José Arévalo en Guatemala, y el más discreto de José Figueres en Costa Rica. Completó su esquema designando como delegado en Cuba a Juan Bosch -influyente en el entorno del presidente Carlos Prío- y lo propio hizo para México con el Dr. José Antonio Bonilla Atiles, quien diligenció la colaboración de estamentos del gobierno mexicano en algunos detalles operativos. La conexión de esta empresa con Costa Rica tuvo su origen en la revolución producida en ese país en 1948, que llevó a Figueres al poder.
La misma fue planificada contando con el apoyo de una contraparte local de los hombres del Frente Interno, compuestos por los enemigos al régimen que aún residían en la isla.
El plan era provocar un levantamiento interno armando a unos 1,200 insurgentes, número reducido a la tercera parte por razones de transporte. Como en otros planes de los exiliados, se asumía la premisa equivocada de un potencial estado insurreccional en el ánimo de la población.
Sin embargo, la población negaría apoyo al pequeño contingente que llegó a pisar suelo dominicano, representando este grupo apenas la sexta parte de la fuerza expedicionaria original que partió desde Guatemala.
En efecto, tres grupos debieron arribar a tres puntos diferentes de la geografía nacional. El mayor, de 37, comandado por Juancito Rodríguez, debía hacerlo por el Cibao, ya en Constanza o en otro punto de La Vega, base social del rico hacendado. Sin embargo, la nave en la que viajaba el general Juancito Rodríguez y el Dr. Eufemio Fernández debió aterrizar de emergencia en una playa de la península de Yucatán en medio de una tormenta; por lo que jamás llegó a arribar a la República Dominicana.
El segundo, dirigido por Ramírez Alcántara, formado por 25 hombres, aterrizaría en San Juan de la Maguana, solar familiar del general; pero esta fue apresada en el aeródromo de la isla mexicana de Cozumel, donde hizo escala para reabastecerse de combustible, siendo detenidos sus ocupantes, encabezados por el general Miguel Ángel Ramírez Alcántara. Otros dos aviones rentados (uno mexicano y otro norteamericano) abandonaron la empresa en la víspera, desertando los pilotos con el dinero.
Mientras que el menor grupo, de 12 combatientes, capitaneado por Ornes, lo haría por Luperón, Puerto Plata (provincia de donde era oriundo Ornes y desde cuya ciudad cabecera debía salir a su encuentro un grupo del Frente Interno). Ocho dominicanos, un costarricense y tres nicaragüenses. Y como era costumbre, una tripulación de piloto, copiloto e ingeniero de vuelo, formada por tres norteamericanos. Este fue el único grupo que logró acuatizar el 19 de junio en el hidroavión Catalina.
Carbonizados en el Catalina al explotar los tanques de combustible por ametrallamiento practicado por un guardacostas de la Marina de Guerra, quedaron Hugo Kundhart y el nicaragüense Alberto Ramírez, heridos entre sí en un confuso incidente, el costarricense Alfonso Leiton, alcanzado por un soldado dominicano, y Salvador Reyes Valdez, quien fungía como paramédico. Los tres norteamericanos y el nicaragüense Alejandro Selva fueron los primeros en abandonar el hidroavión y separarse del grupo principal. Tres días después fueron capturados y fusilados en el acto.
Sobrevivieron y fueron enjuiciados Horacio Julio Ornes Coiscou, Tulio Hostilio Arvelo Delgado, José Rolando Martínez Bonilla, Miguelucho Feliú Arzeno, y el nicaragüense José Félix Córdova Boniche. Una década después, Feliú Arzeno participaría en la expedición del 14 de junio de 1959, ofrendando su vida por la libertaria dominicana