La mañana del martes 4 de abril de 1972, un contingente policial rodea la Universidad Autónoma de Santo Domingo, el estupor y la tensión abrasan el ambiente, la incertidumbre sofoca la respiración y un grupo de estudiantes se congrega frente al Aula Magna.

El asalto del recinto es inminente, las fuerzas policiales buscan desesperadamente a Tácito Leopoldo Perdomo, sospechoso de planear un magnicidio.

Las horas transcurren con el espesor de un suero de melaza, mientras una impróspera conversación telefónica entre el Jefe de la Policía Nacional, General Neit Rafael Nivar Seijas y el Rector de la UASD, Dr. Jottin Cury, buscaba una salida salomónica de la situación.

Pasadas las 4:00 pm, y no obstante las afirmaciones del Rector, asegurándole al Jefe policial que Tácito Perdomo no se encontraba en el recinto, «las tropas policiales inician rápida penetración al campus universitario: Cascos Negros, comandados por el coronel Julio Carbuccia Reyes; Servicio Secreto, por el coronel Rolando Martínez Fernández y, Operaciones Especiales , por el Tte. Coronel Francisco A. Báez Maríñez.»

Sagrario Ercida Díaz era parte de la muchedumbre estudiantil que intenta defender su Alma Mater, escudándose en las gloriosas notas del Himno Nacional, frente a los fusiles amenazantes de policías que actuaban bajo las órdenes de viles, intolerantes y paranoicos funcionarios. Una detonación interrumpe el cántico patrio, y 10 minutos de balacera le continúan.

La repugnante acción bélica unilateral fue atroz. Con el cese de los disparos, un desconsolado grito de ayuda ensordece el entorno. «Ayúdenme, se muere mi hermanita», es el clamor de Danilo Santiago Díaz, con su hermana Sagrario en brazos, herida de bala en la cabeza.

Tras 10 días peleando por su vida, «la compañera Sagrario», pasó de ser activista estudiantil a mártir. Murió el 14 de abril, llenando de luto la sociedad dominicana, que se manifestó indignada, en repudio al sangriento hecho.

«¿Quién mató a Sagrario Díaz­?»

«No la mataron, solo la hicieron eterna, porque los guerreros como ella desaparecen físicamente, pero su ejemplo queda.»

El interrogante clamor de «¿Quién mató a Sagrario Díaz­?» sigue hoy teniendo vigencia, y la respuesta continúa siendo la misma.

El despiadado verdugo de Sagrario, ahora es más letal, tiene más experiencia, usa guantes y se viste de traje.

El matador de la joven estudiante de economía en 1972 sigue acumulando homicidios, cual insaciable asesino en serie, que ha ido mejorando sus métodos, blindando su accionar con un Congreso que le pertenece, que cuenta con una Justicia que desamarra opcionalmente sus vendas y dispara selectivamente contra los inocentes, auxiliada de una corrupta y bien calibrada mira telescópica.

«¿Quién mató a Sagrario Díaz­?»

Es una pregunta que no busca un culpable, porque ya todos lo conocen. Es una interrogante que persigue un cambio, que exige derechos, que desafía a un Gobierno corrompido por la insatisfecha avaricia.

Con la voz ronca y entrecortada del dolor, con el sentir lastimado y herido por la impotencia, con el tedio de ver nuestra hermosa Quisqueya siendo exprimida hasta el tuétano, seguiremos pregonando a todo pulmón:

«¿Quién mató a Sagrario Díaz­?»

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Por Vicente Florian

Periodista egresado de la UASD, Maestrando en Tecnologías de la Información y Comunicación para Docentes (TIC), Historiador e Investigador.

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