https://youtu.be/NyZlk0-8q_4

Con un ojo omnipresente, el déspota vigiló cada paso de la bella, no pudo soportar un «no» en los labios de una mujer. La obsesión de Rafael Leónidas Trujillo por Minerva Mirabal lo persiguió hasta el final de su vida. El tirano quedó cautivado con la hermosura de Minerva cuando en 1949 la vio por primera vez junto a su padre, Enrique Mirabal, en una fiesta de la alta sociedad. Ese día el dictador comenzó a cavilar cómo podría seducirla. Estaba acostumbrado a ser el dueño del país, a la Fiesta del Chivo (título de la célebre novela de Mario Vargas Llosa sobre Trujillo).

¿Por qué Minerva no iba a ser otra de sus conquistas?

Así fue que meses después, un día de octubre de ese 1949, el gobernador de la provincia de Espaillat tocó la puerta de la residencia de la familia, situada en Ojo de Agua, un pueblo de Salcedo, para entregar en mano una invitación al banquete que Trujillo organizaba para conmemorar el 12 de octubre. Chea, la madre de Minerva, quiso excusar a todos con problemas de salud, pero el emisario le espetó un «Más vale que se mejoren».

Esa insinuación empujó a la familia Mirabal a la fiesta: faltar no era una opción. Todos asistieron, menos Chea, que no participaba en esos festejos, y la hija menor, María Teresa, que aún era una niña. Todo estaba orquestado para que Minerva cayera en las garras de Trujillo. Manuel de Moya, el amanuense que siempre cazaba las presas del tirano dominicano, sacó a bailar a Minerva y, tras algunas vueltas, se la pasó al Chivo. Lo que ninguno de los dos pudo prever fue la reacción de Minerva.

PLANTADO EN LA PISTA. La historia la cuenta ahora Minou Tavárez Mirabal, hija de Minerva, actual diputada nacional por el Partido de la Liberación Dominicana. De la conversación entre Trujillo y Minerva se habló mucho en su casa: «Tuvieron un encontronazo. Hablaron bastante y ella después lo dejó plantado en la pista de baile. Eso lo puso furioso», relata Minou.

Lo que se dijeron el uno al otro en medio del baile ha pasado a ser leyenda, pero un diálogo ha podido reconstruirse. «Mi madre dijo a la familia que Trujillo se dio cuenta de que estaba incómoda y le preguntó: ‘¿Usted me está rechazando? ¿No está de acuerdo con el régimen? ¿Y si yo le enviara a mis acólitos a conquistarla?’. A lo que ella respondió: ‘¿Y si yo los conquisto a ellos?’. También se dice que ella le mencionó a Pericles Franco, que en ese momento estaba preso. Una dura provocación». Pericles, enemigo de Trujillo, había fundado el Partido Socialista Popular.

El repudio de Minerva a Trujillo originó el acoso y la vigilancia permanente del dictador a toda la familia Mirabal. Como resaca de aquel baile, al día siguiente detuvieron a Enrique (el padre). Un día después arrestaron a Minerva y a Chea. Aunque al poco tiempo los dejaron en libertad, fue un aviso de lo que el dueño de República Dominicana podía hacer.

«Trujillo no necesitaba argumentos para meter a nadie preso», señala Minou. Y recuerda: «Mi abuela pidió ayuda a un tío que había sido general y Trujillo le mandó una advertencia: que controlara a Minerva». Tras la amenaza, los padres de Minerva la obligaron a quedarse encerrada en casa. Pero ella no se daba por vencida. «Mi abuela decía que era como si mi madre oliera a los antitrujillistas, porque en cuanto alguien llegaba a la casa por el motivo que fuera, Minerva sacaba el tema político».

Tampoco paró el hostigamiento a la familia Mirabal. En 1953, por segunda vez metieron preso al padre, un encierro que no soportó: a los dos meses de ser liberado, murió con 53 años.

Hasta el primer encuentro con Trujillo, Enrique Mirabal y su familia habían sido felices. Él era un destacado hacendado y comerciante que se había casado con una mujer de clase media con quien tuvo cuatro hijas: Patria, nacida en 1924; Bélgica (Dedé), en 1925; Minerva, en 1926; y la cuarta, María Teresa, en 1935, en el último intento de Enrique de tener un hijo varón.

«Era una familia acomodada, campesina, de la región central. Ellas crecieron rodeadas de amor. En una época y lugar donde no era común, realizaron estudios primarios y secundarios y dos de ellas, Minerva y María Teresa, fueron a la universidad venciendo la oposición paterna».

Minou habla de su madre y sus tías con emoción y orgullo. A pesar de que tiene pocos recuerdos de su madre (la asesinaron cuando tenía cinco años), le queda una imagen imborrable: Minerva leyéndole poesía. Le gustaba Pablo Neruda, una pasión que inculcó a su hija.

Con el paso del tiempo, los supervivientes de la familia Mirabal han entendido que Minerva tenía unas ideas demasiado avanzadas para su época. Pese a las resistencias de su madre (por temor a que Trujillo le hiciera daño), cuando su padre murió Minerva comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de Santo Domingo. El déspota la persiguió también allí: «Pudo hacer la carrera pero al terminar no le dieron el título. Esa fue una venganza mayor».

En la época universitaria, Minerva conoció a su marido, Manuel Tavárez, padre de Minou. Fue en Jarabacoa, un pueblo de la montaña al que se estilaba ir de vacaciones. «Se enamoraron el uno del otro y de lo que cada uno pensaba. Mi padre también fue un héroe nacional». A Manuel Tavárez lo fusilaron en 1963, cuando luchaba por la vuelta al Gobierno constitucional de Juan Bosch.

En una de las dictaduras más cruentas de América Latina, todo estaba prohibido. Las personas se perdían sin dejar rastro. Todos tenían miedo, menos Minerva Mirabal. Fue ella quien en 1959 propuso a un grupo de amigos y familiares la creación de una agrupación política para derrocar al régimen.

Ella, junto a Dulce María Tejeda y 12 hombres, ideó el movimiento 14 de Junio. «Varios años después apareció debajo de una gaveta de la casa el manifiesto del movimiento de liberación».

LUCHA POLÍTICA. ‘Mariposa’ era el nombre clandestino de Minerva, quien también había sumado a la lucha a sus hermanas (menos a Dedé, cuyo marido le prohibía acompañarlas, pero que cuidaba a los hijos de todas) y sus esposos. Al enterarse del movimiento que se había esparcido por todo el país, el tirano entró en cólera. Ordenó que arresten a Minerva, María Dulce y María Teresa. «Con ellas cayeron mi padre, los esposos de sus hermanas, uno de los hijos de Patria y cientos de personas del movimiento».

Muchos de los integrantes de la agrupación clandestina eran jóvenes de la clase acomodada y sus familias no vieron con buenos ojos las medidas del dictador. Tampoco la Iglesia católica, que a partir de ese momento le dio la espalda. Pero además, la comunidad internacional comenzaba a investigar lo que estaba pasando (entre otras acciones, Trujillo había perpetrado un atentado en Venezuela contra el presidente Rómulo Betancourt). Rafael Leónidas comenzó a sentirse acorralado.

Para calmar los ánimos, excarceló a las mujeres y los jóvenes encerrados por sospechosos. Pero mantuvo en prisión a los maridos de Minerva, Patria y María Teresa. Aunque la ira no culminó. Trujillo destruyó las casas de las Mirabal y les confiscó las propiedades. «Para él, las mujeres eran parte de su hacienda, eran vacas. Con Minerva encontró un rechazo a su machismo, pero también a su régimen, porque ella le respondió, organizó el movimiento de oposición más importante que tuvo durante 30 años. Trujillo estaba obsesionado porque no encontraba qué hacer con ella, no la podía tener presa porque había denuncias internacionales. Y cuando la soltaba, al día siguiente ella reorganizaba el movimiento».

El 3 de noviembre de 1960 Trujillo afirmó al periódico El Caribe: «Los únicos problemas de mi Gobierno son la Iglesia católica y Minerva Mirabal». A los cinco días de esa declaración, trasladó a los maridos de Minerva y María Teresa a una cárcel de Puerto Plata, al norte del país. Para llegar era necesario transitar una carretera montañosa. El 25 de noviembre de ese año, Minerva y María Teresa salieron de la casa materna a visitar a sus maridos junto a Patria. Viajaron en un jeep con un chofer. Nunca volvieron a la casa de Chea, su madre. En el viaje de regreso unos sicarios del Servicio de Inteligencia Militar realizaron una emboscada. Las golpearon hasta matarlas, también al conductor. Y tiraron el vehículo desde una cima. Patria tenía 36 años, Minerva 34 y María Teresa 24. La prensa tituló: «Mueren tres hermanas y su chofer al precipitarse en el jeep en el que viajaban». Pero nadie creyó el accidente y la indignación popular fue en aumento.

«Todavía sigo escuchando a mi abuela quejarse de lo que llamaba temeridad de mi madre al advertirle de lo peligroso que era Trujillo. Y mi madre contestaba siempre: ‘Si me mata, yo sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte'». Seis meses después, el 30 de mayo de 1961, Trujillo fue acribillado a balazos mientras transitaba por las calles de Santo Domingo.

En la exprovincia de Expaillat, ahora llamada Hermanas Mirabal, entre flores y canales de agua yacen los restos de Patria, Minerva, María Teresa y Manuel Tavárez, en un panteón levantado en la casa de Chea, que ahora es un museo. En el portal hay una piedra con unas letras que dicen: «Siempre vivas en su jardín».

Texto: Ana Artigas, para El Mundo

Por Redacción

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