En los primeros años de la ocupación haitiana, hubo conatos separatistas, pero el que más impacto causó por la severidad de las sanciones que se aplicaron a los sediciosos fue la Revolución de Los Alcarrizos, movimiento gestado por un grupo de hombres con el propósito de echar al gobierno de Boyer y buscar la protección de España.
Los caudillos de la asonada del 15 de febrero de 1824 fueron Baltazar de Nova, Antonino González, Juan Jiménez y el presbítero Pedro González.
Según José Gabriel García, la derrota se debió a “una imprudencia que cometió Baltazar de Nova, quien adelantándose a la hora del pronunciamiento, reunió en las inmediaciones de San Carlos una partida de hombres de los campos, causando la alarma de las autoridades y excitando el furor del general Jérôme-Maximilien Borgella, quien salió con doscientos hombres a dispersar y perseguir a los amotinados, de los cuales unos huyeron y otros cayeron prisioneros”.
Los insurrectos capturados fueron sometidos a juicio y condenados a muerte. Ejecutaron a Juan Jiménez, Lázaro Núñez, Facundo Medina y José María Altagracia. El padre González, Juan Serra y otros fueron desterrados a la parte haitiana, pero lograron escapar Baltazar de Nova y Antonio González. El primero se embarcó hacia Venezuela y el segundo se ocultó en el Cibao, mientras persistió la dominación.