Sin ella, la música caribeña jamás será la misma.
Se fue con la pena de no haber vuelto a Cuba. Su exilio duró 43 años. Entre todos los calificativos que se había ganado, el que más le gustaba era “La Guarachera de Cuba”.
El día antes de su fallecimiento cumplía 41 años de casada con el trompetista Pedro Knight.
Siempre mantuvo una ferviente posición anticastrista y no dejó de manifestar sus opiniones en cada rincón del mundo.
¡Celia Cruz ha muerto! Y a partir de ahora la palabra “¡Azúcar!» tendrá un sabor amargo. Era su grito de “guerra”.
Jamás el azúcar supo tan dulce saliendo de sus cuerdas vocales. A partir de ahora, será una herejía pronunciar esa palabra en cualquier escenario del mundo, excepto para homenajearla.
Es difícil escribir sobre la partida definitiva de la que fue el mayor “monstruo sagrado” de la música caribeña. Más para un cubano… para un iberoamericano… para todo aquel que de verdad sienta la música. (En Cuba había un dicho que decía: “Al que no le guste la música, no quiere a su madre) Es cierto. Y el que no haya vibrado oyendo a esta señora que desde que irrumpió en el mundo de la música se ganó el calificativo de “La Guarachera de Cuba”, no era terrícola.
Con la partida de Celia Cruz, ha quedado un hueco insustituible en el género musical más alegre del mundo. Jamás nacerá otra como ella. Jamás otra voz será de cristal irrompible.