El Palacio de La Moneda, edificio de casi 300 años de existencia y que nació justamente para acuñar las monedas de una naciente ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura, ha vivido en su larga historia decenas de transformaciones; una de las más violentas, las consecuencias que en su patrimonio dejó el bombardeo y posterior incendio del 11 de septiembre de 1973.
Al mediodía del 11 de septiembre de 1973, aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile iniciaron un bombardeo sobre La Moneda, atacándola con cohetes «rockets» que destruyeron dependencias y provocaron un incendio en el edificio que generó un gran daño en la construcción.
Al día siguiente, toda la prensa del país mostraba en primera plana el Palacio de la Moneda destruido en imágenes que se grabarían para siempre en la retina de la población. Nunca antes, con tres siglos de historia y habiendo albergado hasta entonces a veintitrés presidentes de la República de Chile, La Moneda había sido devastadatada
Patricio Duarte, académico del Instituto de Historia y Patrimonio de la FAU dice que desde el punto de vista patrimonial, aún falta mucho que decir sobre el daño que representó el 11 de septiembre de 1973 en el palacio de La Moneda.
El bombardeo a La Moneda es considerado de forma unánime un «hecho trágico para la historia del edificio» y «en términos absolutos, un acto irracional», apunta el académico.
De todo lo escrito, analizado y revisado sobre aquel trascendental hito en la Historia de Chile, poco se ha hablado, hasta ahora, sobre los severos daños que esta acción infligió en un edificio cuya edificación demoró 21 años, constituyendo “la mayor construcción de la Colonia”.
Duarte, asegura que si bien el bombardeo a La Moneda es considerado de forma unánime un “hecho trágico para la historia del edificio” y “en términos absolutos, un acto irracional”, no representa otra cosa que la incorporación del palacio presidencial en un proceso histórico que fue igualmente violento e irracional.
“Simbolizó de muy buena manera lo que estaba ocurriendo ahí; lo que termina, lo que se inicia, y lo que vendría posteriormente”, señala.
Daño patrimonial
Desde el punto de vista patrimonial, asegura Duarte, aún falta mucho que decir sobre el daño que representó el 11 de septiembre de 1973 en el palacio de La Moneda, ya que jamás se ha hecho un verdadero catastro del impacto del bombardeo. No obstante, hay ciertos elementos que el académico lamenta de forma especial.
“El caso más importante es la pérdida de lo que se conocía como la Galería de los Presidentes, que era una serie de esculturas y bustos de todos los presidentes que habían pasado por la Moneda”, apunta Duarte.
El académico añade que el Salón Rojo, que constituía el espacio “más protocolar que tenía el edificio”, también fue completamente destruido durante el bombardeo de las Fuerzas Armadas, junto a una serie de patrimonios irrecuperables tras el golpe.
Sin embargo, Duarte asegura que en general la historia del edificio se puede definir como “accidentada”, pues registra numerosas remodelaciones. Varias han ido en beneficio de la sede de gobierno, muchas otras –como la demolición de los antiguos talleres de acuñación de monedas en 1945- han representado un perjuicio significativo al patrimonio y la han llevado a lo que conocemos en la actualidad.
“Esa fue una de las pérdidas más lamentables que ha sufrido el edificio porque perdió un volumen que era parte del proyecto original de Toesca, y que era incluso lo que le daba el sentido original al edificio, que era una real casa de Moneda y no el palacio presidencial como es lo que empieza a ocurrir alrededor de 1850”, explica el académico.
Aquellos espacios nunca volverán a recuperarse, asegura Hernán Duarte, pese a que en años posteriores al ataque de la Fuerza Aérea se realizaron trabajos de restauración a los que “hay que reconocerle méritos”.
“La restauración (hecha pública en la reinauguración de 1981) fue respetuosa con el carácter del edificio, un carácter que evidentemente el edificio manifiesta con mucha fuerza. Sería un atentado ir en contra de él», indica. La presencia del carácter del edificio es lo que prima y lo que se ha mantenido a lo largo del tiempo”, expresa.