A veces podemos enfocarnos en las cosas equivocadas cuando se trata del amor, pero tenemos que recordarnos que el molde del verdadero amor no se encuentra en otra persona.
Se encuentra en Dios porque Él es amor.
Puede parecer que el amor de Dios es demasiado bueno para ser verdad, pero nada más lejos de la realidad.
Su amor es real y perfecto, y disponible para ti.
Es fácil sentirse bombardeado con información sobre lo que significa amar y ser amado, con consejos sobre todo, desde el cuidado personal hasta salvar nuestro matrimonio.
Esos mensajes tienden a enfocarse en el amor condicional y egoísta, un amor que puede resultar en desilusión o confusión.
Debemos recordarnos a nosotros mismos que el molde para el amor verdadero no está en las definiciones culturales, nos lo dio un Dios que representa el concepto mismo.
Hay más
El amor de Dios es diferente de cualquier otra clase de amor. De hecho, la Biblia dice que Dios es amor.
Dios envió a Su único Hijo a morir por los pecados de cada uno. Solo había una razón para que Dios experimentara esta clase de dolor: Su amor por nosotros.
Dios no nos necesitaba, pero nos quería. Luchó para dar al corazón más lejano un regalo que nunca podríamos ganar o merecer: vida eterna. El amor de Dios es incondicional, pródigo y eterno. Y, es para todos.
Amar a Dios
Puede ser un desafío amar a los demás (y a nosotros mismos) si no amamos primero a Dios.
Buscar a Dios consistentemente es una de las mejores maneras de conocer de Su perfecto amor, y rendirle devoción y honor a la vez.
Ámate a ti mismo
Si bien siempre habrá areas de la vida en las que necesitaràs crecer, es esencial permitir que el amor de Dios transforme la forma en que te ves a ti mismo.
Dios nos compró con un precio y nos llama Sus hijos. Nos da un futuro lleno de esperanza, para hacer las buenas obras para las que nos creó.
Cuando elegimos respetarnos y valorarnos a nosotros mismos, elegimos honrar a Dios.
Ama a tu prójimo
Cuando te ves a ti mismo como Dios te ve, puedes amar a los demás como Dios te ama.
Dios planeó relaciones saludables que fueran compasivas, sacrificial y perdonadoras.
Dios quiere que nos amemos unos a otros de la forma que Él nos ama.